viernes, 8 de mayo de 2009

América Latina

Energía de las Américas
El capitulo energético de la cumbre de Trinidad y Tobago


Gerardo Honty - CLAES. 08/05/2009

La V Reunión de las Américas dejó un documento a medio firmar, muchas fotos de Barack Obama con Hugo Chavez, una sensación de alivio pos-Bush y la misma pregunta de siempre: “¿y…?” También dejó 12 párrafos referidos a la seguridad energética, una nueva señal anti-biocombustibles de Bolivia y una oportunidad para recordar el estado de la integración energética latinoamericana.

Esta cumbre suma más expectativas a las que la nueva administración de Estados Unidos viene abriendo en otros frentes internacionales. En particular, parece inaugurar un nuevo estilo de relación con los países al sur de río Bravo. Las cuatro reuniones anteriores (Miami, 1994; Santiago de Chile, 1998; Quebec, 2001 y Mar del Plata, 2005) habían hecho hincapié en otros temas: liberalización de los mercados, lucha contra el terrorismo, combate a las drogas, entre otros. Las declaraciones de las Cumbres de las Américas son todas muy parecidas y con temas recurrentes. Buceando en las diferencias es donde aparecen las preocupaciones particulares de cada momento histórico.

Seguridad energética

En lo que refiere al sector energético en particular, no había habido en las ocasiones anteriores, un capítulo destinado a la “Promover la seguridad energética” como aparece ahora, lo que da cuenta de los temores actuales. En los tiempos de las cumbres previas los precios baratos del petróleo y los enfoques liberalizadores del sector energético, ponían los énfasis en otro lado. En el escenario actual, con el valor del crudo moviéndose en un entorno previsible de entre US$ 40 y US$ 60, y habiendo llegado el año pasado a cotizar a US$ 140, estamos lejos de aquellos años en los que el rango del costo del crudo estaba entre US$ 10 y US$ 30. De la misma forma la creciente demanda de energía mundial y la proximidad del “pico” del petróleo abren un horizonte de incertidumbres que no inquietaban en las épocas de abundancia.

De la misma forma el escenario de mercados liberalizados y fomento de las privatizaciones que campeaba en los sectores energéticos durante las dos últimas décadas ha dejado lugar a otro en el que se reivindica el papel del estado en el sector y en el cual algunos países han “re-nacionalizado” recursos e infraestructura. Quizá por esta razón, en la declaración esta V Cumbre de la Américas aparece especialmente mencionado “el derecho soberano de cada país a la conservación, desarrollo y uso sostenible de sus propios recursos energéticos”

Las otras cumbres

Seguramente no sean ajenas tampoco a muchas cláusulas de esta declaración, la enorme sucesión de reuniones latinoamericanas en torno al tema energético de los últimos años. Desde la última Cumbre de las Américas de 2005 a la fecha han habido dos Reuniones de Ministros de Energía de la Comunidad Suramericana de Naciones (2005 y 2007), se creó el Consejo Energético de Suramérica (2007), se instituyó la UNASUR con fuerte presencia del tema energía (2008) y hubo una “Declaración Presidencial sobre Integración Energética Suramericana” (2006). Además cuatro países de la región firmaron el Tratado Energético del ALBA en 2007 (Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela).

Tampoco deben olvidarse las iniciativas de unificar las empresas energéticas de la región en las varias iniciativas lanzadas por Chavez: Petroamérica (adoptada por los países en la Reunión de Ministros de Energía de 2005), Petrosur, Petroandina y Petrocaribe.

El partido de los grandes

La política energética latinoamericana sigue siendo signada fundamentalmente por la geopolítica de Brasil y Venezuela asentadas en sus dos empresas petroleras: Petrobras y PDVSA. Ambas con características diferentes y respondiendo a objetivos políticos distintos de ambos gobiernos. Brevemente señalemos algunas de las diferencias. En principio, si bien ambas empresas son “estatales”, en el caso de Petrobras el 65% de las acciones están en manos privadas. Esto lleva a que las estrategias de inserción internacional de ambas empresas sean distintas. Mientras Petrobras actúa en la región a través de inversiones “tradicionales” como cualquier otra petrolera internacional, PDVSA ha optado por una estrategia de co-financiación de proyectos con las empresas nacionales. Seguramente la manera de actuar de Petrobras esté muy influida por el componente privado de su capital accionario mientras que la estrategia PDVSA está más influida por la necesidad de colocar sus enormes excedentes petroleros, sobre todo los ultrapasados que requieren inversiones especiales para su refinación en los países de destino.

Otra diferencia sustancial entre ambas empresas es el destino de su producción: mientras Petrobras sigue teniendo en el mercado interno su principal objetivo, para la empresa venezolana es el mercado internacional quien le reporta la mayor facturación.

Para terminar esta breve reseña, un tema que ha sido particularmente controversial entre ambas empresas (y gobiernos) es el desarrollo de los biocombustibles. Brasil, que apenas puede alcanzar a autoabastecerse de crudo, ha desarrollado tecnología y mercado interno en esta área que lo ha posicionado como el mayor productor mundial de biocombustibles, una situación diametralmente opuesta a la de Venezuela ampliamente excedentario en recursos petroleros.

La objeción boliviana

En este contexto, Bolivia, con una de las mayores reservas de gas natural en América Latina que no puede explotar, se ha inclinado hacia el plato venezolano de la balanza. Una mención en particular merece la objeción presentada por Bolivia al parágrafo 49 de la Declaración de esta V Cumbre de las Américas, tanto por lo que dice, como por ser el único texto que aparece señalando una discrepancia de uno de los países.
El párrafo en cuestión dice:
“Reconocemos el potencial de las tecnologías nuevas, emergentes y ambientalmente amigables, para diversificar la matriz energética y la creación de empleos. Al respecto, alentaremos, según corresponda, el desarrollo sostenible, la producción y el uso de los biocombustibles tanto actuales como futuros, atentos a su impacto social, económico y ambiental. En función de nuestras prioridades nacionales, trabajaremos juntos para facilitar su uso, a través de la cooperación internacional y compartiendo experiencias en materia de tecnologías y políticas sobre biocombustibles.”

A este párrafo, Bolivia hizo incluir una nota al pie que expresa lo siguiente:
“Bolivia considera que el desarrollo de políticas y de esquemas de cooperación que tengan por objetivo la expansión de los biocombustibles en el Hemisferio Occidental puede afectar e incidir en la disponibilidad de alimentos y su alza de precios, el incremento de la deforestación, el desplazamiento de población por la demanda de tierras, y por consiguiente repercutir en el incremento de la crisis alimentaria, afectando directamente a las personas de bajos ingresos, sobre todo a las economías mas pobres de los países en desarrollo. En ese sentido, el Gobierno boliviano a tiempo de reconocer la necesidad de búsqueda y uso de fuentes alternativas de energía que sean amigables con la naturaleza, tales como la energía geotérmica, solar, eólica, y los pequeños y medianos emprendimientos hidroeléctricos, plantea una visión alternativa basada en el vivir bien y en armonía con la naturaleza, para desarrollar políticas públicas que apunten a la promoción de energías alternativas seguras que garanticen la preservación del planeta, nuestra ‘madre tierra’.”

Bolivia y el “vivir bien”

Hay dos aspectos que me parecen destacables de esta enmienda boliviana. El primero es la férrea y tenaz oposición de Bolivia a los biocombustibles, al punto de superar a Venezuela, país que hasta ahora había sido el principal opositor en Sudamérica, y que en esta oportunidad no acompaña al gobierno boliviano en la posición. El segundo tiene que ver con esta nueva formulación que Bolivia viene impulsando en distintos foros internacionales y que define como el “buen vivir”. Esta concepción, que tiene su origen en la tradición aymara y otras etnias del continente, marca una diferencia sustancial con la concepción occidental del “vivir mejor” que está en la base de las concepciones desarrollistas. El vivir “mejor”, asociado a la concepción materialista del estilo de desarrollo tiene una connotación de insatisfacción permanente, que requiere cada vez de mayores recursos materiales y energéticos. En cambio el vivir “bien” remite a un estado de situación estable, que una vez alcanzado no requiere de un escalón superior. Desde el punto de vista de la sustentabilidad del desarrollo, la propuesta semántica boliviana tiene connotaciones trascendentes para el futuro y merece ser resaltada.
G. Honty es analista de temas de energía en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social).

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